No es ningún secreto que el Sol ejerce una poderosa influencia sobre nosotros. Su presencia nos llena de entusiasmo y positividad, nos activa e invita a que pasemos más tiempo en la calle. Al igual que en las plantas desencadena la fotosíntesis, en nuestro organismo se genera energía electroquímica que activa diferentes procesos biológicos, por ejemplo, eleva los niveles de glóbulos blancos y linfocitos, aumentando así nuestras defensas. Además, la luz solar disminuye los niveles de cansancio, estrés y ahuyenta la depresión.
¿Pero qué ocurre cuando no tenemos luz solar? En invierno, por ejemplo, pocas veces nos levantamos con luz solar y no siempre brilla el sol. Es entonces cuando recibimos menos cantidad al día y es más frecuente que se produzca el síndrome llamado trastorno afectivo estacional (TAE). Este trastorno es mucho más habitual en los países de mayor latitud, ya que los inviernos son muy largos y las horas de luz solar escasas. Esto provoca muchos casos de bajo estado emocional y cansancio, que desemboca a veces en depresión y ésta, a su vez, en suicidios.
El poder sanador de la luz blanca
Como de momento todavía no resulta factible establecer que salga o no el sol , hay distintas vías de investigación abiertas para buscar “sustitutos” al inmenso poder benéfico de este astro. Por ejemplo, frente a los trastornos comentados, los estudios han demostrado la eficacia de la luz blanca. Una exposición diaria de entre 10 y 30 minutos es suficiente para combatir la depresión y dormir bien. Lo mejor de todo es que no genera dependencia, síndrome de abstinencia ni contraindicaciones, como ocurre con los psicofármacos. A este uso médico de la luz se le llama fototerapia.
Con esta intención, una compañía eléctrica ha instalado en la ciudad de Umea, al norte de Suecia, unos paneles brillantes en las paradas de autobús. De esta manera, los lugareños pueden, mientras esperan el autobús, combatir los efectos de tener solo 4,5 horas de luz solar en invierno. Además, los paneles poseen filtros UV para proteger la vista los usuarios, permitiendo mirar cómodamente la pantalla durante el tiempo necesario.
No obstante, los investigadores de la Universidad de Olulu, en Finlandia, han descubierto que poseemos regiones cerebrales fotosensibles que sería más importante estimular para tratar este síndrome que los fotoreceptores oculares. En concreto, se trata de 18 regiones con las mismas proteínas presentes en la retina humana (OPN3). Juuso Nissilä, fisiólogo de esta universidad, ha desarrollado un dispositivo capaz de estimular esos fotoreceptores enviando una luz muy concreta a través de los canales auditivos. El dispositivo consiste en unos auriculares con un led blanco en el interior capaz de emitir la longitud de onda necesaria de forma continua y sin fluctuaciones.
Simplemente colocándose estos auriculares unos minutos al día, es posible incrementar la producción de serotonina y reducir así los efectos del TAE. Este dispositivo es muy útil para los viajeros, ya que regula la segregación de melatonina, ayudando a restaurar los ritmos circadianos y reduciendo el efecto del jet lag.
Otra de las aplicaciones tradicionales de la luz artificial tiene que ver con los neonatos. Muchos de ellos padecen ictericia neonatal, una acumulación de bilirrubina en la sangre fácilmente apreciable por el color amarillento que otorga a la piel y a los ojos. Aunque suele desaparecer sin tratamiento, algunos pequeños necesitan de una ayuda extra para transformar ese exceso en una molécula que puedan eliminar. Esta ayuda extra ha encontrado en el LED su aliado perfecto. La longitud de onda del LED azul es exactamente 470 nanómetros. Este azul penetra intensamente acelerando la velocidad de degradación de la bilirrubina. De hecho, la estabilidad de su flujo de luz, el bajo mantenimiento y el hecho de que no calienta el acrílico de las incubadoras lo han convertido en el tratamiento perfecto.
Desde que a mediados del siglo XIX el doctor Niels Ryberg Finsen comenzara sus estudios sobre la fototerapia utilizando unas cortinas rojas y luz solar, han cambiado muchas cosas. Aunque no hemos inventado nada tan eficiente como el sol, el LED ha sido uno de los grandes avances en este campo, imponiéndose como la fuente de luz más fiable y estable para emitir las longitudes de onda necesarias para cada tratamiento y abriendo un camino de posibilidades para sanar a través de la luz. Un campo todavía en ciernes y a la espera que otra mente brillante descubra qué puede hacer el LED por nuestra salud.
http://www.tendenciaseniluminacion.philips.es/que-puede-hacer-el-led-por-tu-salud/?utm_content=buffer6dbb6&utm_medium=social&utm_source=twitter.com&utm_campaign=buffer
¿Pero qué ocurre cuando no tenemos luz solar? En invierno, por ejemplo, pocas veces nos levantamos con luz solar y no siempre brilla el sol. Es entonces cuando recibimos menos cantidad al día y es más frecuente que se produzca el síndrome llamado trastorno afectivo estacional (TAE). Este trastorno es mucho más habitual en los países de mayor latitud, ya que los inviernos son muy largos y las horas de luz solar escasas. Esto provoca muchos casos de bajo estado emocional y cansancio, que desemboca a veces en depresión y ésta, a su vez, en suicidios.
El poder sanador de la luz blanca
Como de momento todavía no resulta factible establecer que salga o no el sol , hay distintas vías de investigación abiertas para buscar “sustitutos” al inmenso poder benéfico de este astro. Por ejemplo, frente a los trastornos comentados, los estudios han demostrado la eficacia de la luz blanca. Una exposición diaria de entre 10 y 30 minutos es suficiente para combatir la depresión y dormir bien. Lo mejor de todo es que no genera dependencia, síndrome de abstinencia ni contraindicaciones, como ocurre con los psicofármacos. A este uso médico de la luz se le llama fototerapia.
Con esta intención, una compañía eléctrica ha instalado en la ciudad de Umea, al norte de Suecia, unos paneles brillantes en las paradas de autobús. De esta manera, los lugareños pueden, mientras esperan el autobús, combatir los efectos de tener solo 4,5 horas de luz solar en invierno. Además, los paneles poseen filtros UV para proteger la vista los usuarios, permitiendo mirar cómodamente la pantalla durante el tiempo necesario.
No obstante, los investigadores de la Universidad de Olulu, en Finlandia, han descubierto que poseemos regiones cerebrales fotosensibles que sería más importante estimular para tratar este síndrome que los fotoreceptores oculares. En concreto, se trata de 18 regiones con las mismas proteínas presentes en la retina humana (OPN3). Juuso Nissilä, fisiólogo de esta universidad, ha desarrollado un dispositivo capaz de estimular esos fotoreceptores enviando una luz muy concreta a través de los canales auditivos. El dispositivo consiste en unos auriculares con un led blanco en el interior capaz de emitir la longitud de onda necesaria de forma continua y sin fluctuaciones.
Simplemente colocándose estos auriculares unos minutos al día, es posible incrementar la producción de serotonina y reducir así los efectos del TAE. Este dispositivo es muy útil para los viajeros, ya que regula la segregación de melatonina, ayudando a restaurar los ritmos circadianos y reduciendo el efecto del jet lag.
Otra de las aplicaciones tradicionales de la luz artificial tiene que ver con los neonatos. Muchos de ellos padecen ictericia neonatal, una acumulación de bilirrubina en la sangre fácilmente apreciable por el color amarillento que otorga a la piel y a los ojos. Aunque suele desaparecer sin tratamiento, algunos pequeños necesitan de una ayuda extra para transformar ese exceso en una molécula que puedan eliminar. Esta ayuda extra ha encontrado en el LED su aliado perfecto. La longitud de onda del LED azul es exactamente 470 nanómetros. Este azul penetra intensamente acelerando la velocidad de degradación de la bilirrubina. De hecho, la estabilidad de su flujo de luz, el bajo mantenimiento y el hecho de que no calienta el acrílico de las incubadoras lo han convertido en el tratamiento perfecto.
Desde que a mediados del siglo XIX el doctor Niels Ryberg Finsen comenzara sus estudios sobre la fototerapia utilizando unas cortinas rojas y luz solar, han cambiado muchas cosas. Aunque no hemos inventado nada tan eficiente como el sol, el LED ha sido uno de los grandes avances en este campo, imponiéndose como la fuente de luz más fiable y estable para emitir las longitudes de onda necesarias para cada tratamiento y abriendo un camino de posibilidades para sanar a través de la luz. Un campo todavía en ciernes y a la espera que otra mente brillante descubra qué puede hacer el LED por nuestra salud.
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